¿Tienen alguna cábala antes de cada show? ¿Algo que hagan siempre? "Sí, dormir la siesta", contesta Cuti Carabajal, el primero de la familia que llegó al Teatro Alberdi y desde temprano ensayó las nuevas canciones para la presentación. "Peteco todavía no se levantó", agrega con ese humor que parece llevar en la sangre. Así justifica la ausencia de sus sobrinos, Peteco, Kali, Roberto y Musha, que aún siguen en el hotel. "No es que duerma mucho, sino que duerme lento", aporta Isabel Noriega. Ella, más que mánager, parece otra integrante de la histórica familia oriunda de La Banda.
Así, a base de humor y risas cómplices, LA GACETA compartió el backstage del show que los Carabajal ofrecieron a sala llena. En el Alberdi no se cansaron de vitorear a la agrupación. "Hay cinco o seis temas nuevos y el resto son canciones conocidas. Algunas nos cantaban cuando éramos chicos, otras las hace cada uno con su grupo", comenta Cuti sobre el disco que volvió a unir a los cinco, como 30 años atrás. "El show se divide en dos partes. La primera es la presentación del disco y la segunda es como una zapada en la casa de la abuela, donde cada uno toca lo que le gusta", explicó.
"A la gira nos la tomamos tranquilos porque cada uno tiene una propuesta armada con sus propios grupos. Esto es un hobby... Recordar cosas, grabar el disco, que quede un registro de los cinco", apuntó, aclarando que la gira no tiene fecha de finalización. "Siguen saliendo cosas, la propuesta gustó mucho a distintos públicos. La compañía con la que grabamos ya nos dijo que quiere otro disco, así que por lo menos habrá uno más", anticipó.

Tradiciones
Mientras Cuti habla tranquilo de la historia y las tradiciones de la familia, llegan Musha y Peteco. El primero se sienta al lado de su tío y lo abraza, no tanto para saludarlo, sino para demostrar ese gran cariño que le tiene. Y así se queda, como conteniéndolo. "Cuti es el más enamoradizo de todos", dice Noriega mientras observa con orgullo la escena. "Esto es lo mejor que nos puede haber pasado. Nos remueve lo más íntimo de la infancia. En el CD están muy presentes los mayores. Es un alto honor ser un Carabajal", dice Musha, mientras pide un café, y Cuti un té. Hay empanadas, que no comen ellos, pero sí el resto de la gente que viene, mientras cuentan anécdotas, de esas que sobran en una familia tan grande y popular. "Todavía nos juntamos los domingos  a comer en lo de la abuela", subraya Cuti.
Peteco, que todavía no habla mucho, agarra la guitarra como si no lo esperara un show de más de dos horas y se pone a zapar.  Ahí entra en calor y se suma a los chistes y anécdotas. Recuerdan que el 15 de agosto es el cumpleaños de la abuela, que cae un sábado, pero invitan a festejarlo desde el jueves. "Entramos en los récord Guinness cantando chacareras por más de 36 horas", menciona Cuti. De fondo se escucha a Claudio Balzaretti, que ya empezó con su recital; mientras, llegan Roberto y Kali. Con todos juntos no queda mucho más por hacer que cantar y tocar, como en la casa de la abuela, como en los escenarios, como siempre.
Kali agarra la guitarra y se sienta atrás del círculo, él conversa poco y toca mucho, como en los shows. Roberto canta como si estuviera en el escenario y el resto de las 10 personas que los acompañan se suman a la zapada y a los coros.
Queda poco para que empiece el show. Cuti se levanta, más pensativo, va y vuelve, se mete en el camarín, zapatea... Aunque no lo dice, quiere que empiece la función. Peteco pide un alicate, se corta las uñas, después se las lima, se pone crema en las manos mientras canta, junto a todos, "Naranjo en flor". Algunos se miran al espejo, otros buscan sus instrumentos. Cuti ya no está: con su guitarra espera que se abra el telón.